Tengo ganas de confesarle todo el amor y el reconocimiento que siento por ella, multitud de palabras vacilan en mi boca, pero se niegan a franquear el dintel de mis labios. Me quedan los brazos, así que intento transmitirle el mensaje estrechándola contra mí con todas mis fuerzas.
Si tienes miedo de hacerte daño, aumentas las probabilidades de que eso mismo suceda.