Nunca sabemos cuáles son los designios de Dios, y muchas veces, del mal saca el bien para las criaturas.
La sed de su trigo y el recuerdo de la multa eran dos feroces perros agarrados a su corazón. Cuando el uno, cansado de morderle, iba durmiendose, llegaba el otro a todo correr y le clavaba los dientes.
La satisfacción cruel que produce el goce de lo prohibido.