Usamos cookies propias y de terceros para mejorar tu experiencia y realizar tareas de analítica. Al continuar navegando entendemos que aceptas nuestra política de cookies

Crítica de RiglesiasEl tiempo entre costuras

Riglesias

Antes de embarcarme en la siguiente lectura programada, decidí hacer un pequeño paréntesis y, a modo de transición, tras la Roma de Domiciano y Trajano, opté por acercarme a uno de esos libros voluntariamente aparcados por la coincidencia temporal, la similitud de ambientes y hasta de paisajes urbanos de una historia que, quizá de forma errónea -quién sabe- se me antojaba demasiado paralela y parecida a ese DIME QUIEN SOY de Julia Navarro, recientemente terminado como sabéis y que tanto disfruté.
Admito que, en contra de mi inveterada costumbre, me acercaba a él con prejuicios. Buenos comentarios, en general. Algunas reticencias, en particular.
Y en cambio.... Algo dentro de mi, más emotiva que racionalmente, me imponía un filtro, el temido PERO..... y lo situaba en el escalafón ficticio un paso atrás, por debajo, respecto a la novela de Julia Navarro.
Y sin embargo... transcurrido el primer tercio de la novela, mis ojos se abren expectantes... mi alma lectora cautivada, no tanto por la historia en sí misma (que sí me sabe a conocido y se me antoja previsible) sino por el magnifico uso del lenguaje de su autora que ha sabido seleccionar, a la perfección, la palabras adecuadas, engarzarlas mejor aún y construir magistralmente un relato con una prosa brillante y llena de recursos. Su capacidad para regalarnos una narración elegante, plástica y colorista. Su capacidad para recrear registros lingüísticos muy dispares, adaptado a la idiosincrasia de cada personaje.
Su capacidad para construir personajes -aunque de apariencia sencilla- como la potente y entrañable Candelaria, el adusto Comisario o la -aún- inocente Sira (los especiales nombres de mujeres especiales me persiguen).
Todo ello, en conjunto e individualmente, no hace sino sorprenderme muy gratamente y seducirme como no pensé que lo haría. Salvo que me equivocara o la intuición descalabrara estrepitosamente, en ese escalafón artificial que recreamos dentro de nosotros, EL TIEMPO ENTRE COSTURAS, literariamente parecía un paso delante o por encima de DIME QUIEN SOY. Me parecía notable el uso del lenguaje al servicio de la historia. Las frases bien construidas. Un adecuado uso de las imágenes. Plástico. Colorista. Evocador y sugerente cuando quiere. Costumbrista a voluntad. Una muy buena capacidad descriptiva. Descripciones evocadoras y casi pictóricas....
Pero… Llegó EL SÍNDROME DEL CANGREJO. Terminé… Y una vez terminada la novela noté ese sabor áspero de la decepción. La observo... La pienso con perspectiva y cuanto más lo hago más me recuerda el falso paso del cangrejo… uno adelante… dos atrás… Lo que en un principio me gustó de la novela empieza a diluirse a medida que ésta avanza, va evaporándose progresivamente y termina por desaparecer. El lenguaje va perdiendo fuerza, expresividad y capacidad descriptiva para adentrarse por una senda narrativa carente de interés, casi vacía de los recursos expresivos que tan bien llegó a manejar en la primera parte.
Hay mucho de artificio e impostura… de incoherencias y sinsentidos… Los personajes, que se intuyen ricos al principio, devienen planos e intrascendentes, incluyendo aquellos a los que la novela parece conceder un papel destacado en el desarrollo de la historia... Incluyendo a la propia protagonista que, excepto en el trazo inicial, carece de profundidad y coquetea con el más puro folletín, sobre todo en el tramo final. Claro que, por otra parte, la historia en sí misma no se sostiene pues también resulta impostada y superficial, convirtiéndose en una sucesión de episodios inocuos conectados artificialmente entre sí.
Podría dibujar unas cuantas –muchas- diferencias con la obra de Julia Navarro pero, siendo tantas, baste decir que ninguna resiste la comparación. Juegan en divisiones diferentes.


Comentarios

Crítica sin comentarios


SUGERENCIAS