De Violeta y otros Delirios

Es una novela en la cual sus personajes, los amorosos, nos recrean un sinfín de verdades que toda persona en capacidad de amar debe reflexionar. Es sabido que toda espera o búsqueda del amor, a través de una persona, es una experiencia excelsa. Ni qué decir cuando estas personas logran ‘su primer encuentro’, pues, del mismo, se desprenden emociones y extrañezas que los elevarán a un estado de felicidad cercano a la dicha que los Dioses deben experimentar. Sin embargo, en ese primer encuentro sentimental se encierra una de las primeras verdades que los amorosos, posiblemente por hallarse en un estado hipnótico de placer, no consideran un riesgo que podría llevarlos a sentir funestas dolencias al avanzar su relación amorosa; se trata de la existencia de tres factores que latentemente aguardan su oportunidad de salir al escenario amoroso a contaminar de purulencia la felicidad humana. Ellos son: la genética malograda que, a manera de enfermedad, aguarda por su manifestación orgánica; otro, los traumas infantiles que, a manera de anclaje de los sentimientos en el pasado, en su momento, se manifestarán como psicopatología; finalmente, la realidad concreta que, con sus formas de frustración y postergación de los sueños personales, arremeterá contra aquellas personas que pretendan ser felices a través de un goce que vaya más allá del sabor insípido a que invita “el amor mundano”.
Así, en toda relación amorosa, cuando estos tres elementos se ‘organizan para salir al escenario a actuar su papel’, lo harán disfrazados de demonios que, a la manera de Dante Alighieri, ubicarán a los amorosos en algún círculo del infierno y calcinarán sus existencias. El desamor se convierte en comediante principal. Entonces, de su actuación, fluirán infelicidades, desdichas, tristezas o melancolías, y desgraciadamente todos aquellos desencantos de la enfermedad o la muerte misma.
Es una historia donde el amor y desamor adquieren matices de demoníaca enfermedad, pues, la locura de Él, desvía el destino celeste de Ella y la impulsa hacia el infierno, hacia donde él desciende con la finalidad de buscarla para restituirla en el camino que toda persona, al fallecer, tiene que transitar. Y en ese descenso a los infiernos Él conoce la calidad del inframundo que solo las leyes de la psicosis podrían diseñar para beneplácito de la muerte. Él conversa con el demonio y, entre su dolencia y la soberbia de aquél, se da una suerte de lucha por vivir y morir que bien podrían explicarnos aquello que sucede anímicamente en algunas personas durante ‘los segundos anteriores’ a su suicidio o al asesinato de quienes se encuentran a su lado durante la experiencia de la locura.
El protagonista es un hombre cuyo universo interior ha sido determinado con la fragilidad que todo ser humano lleva en sí por naturaleza. Así, llevando a cuestas los recuerdos significativos de su infancia, un día, Él se encuentra con la personificación de su sueño y renacen sus expectativas de felicidad, pues Ella, la mujer que encarna la gloria, también está dispuesta a renacerse a través de él, ya que esta le representaría la posibilidad de cobrarle a la vida lo que le ha quitado por haberla dotado de una belleza exquisita. Ella y Él viven la dicha del enamoramiento en la madurez de sus años; tal cual lo viven aquellos que se topan con la encarnación de los placeres y la felicidad. Hasta que el destino les juega la perversa broma de permitir que la muerte, a Ella, la convierta en una sombra al diagnosticarle la muerte; y a Él, al liberarle los demonios del inconsciente que lo conducen infierno de la psicosis alucinatoria, donde sus recuerdos infantiles se transforman en ángeles y demonios que lo introducen en la locura, mientras una luz de esperanza pretende rescatar a Ella de su muerte. De violeta y otros delirios describe una batalla entre Ángeles amorosos y Demonios del desamor. ¿Quién venció a quién?