El día que John Lennon vino a la Argentina

El lunes 11 de agosto de 1975, mientras sale al aire su programa, el locutor Juan Alberto Badía advierte algo extraño en el ambiente: un desconocido de apariencia enigmática permanece silenciosamente en un rincón del estudio. Después, ya en la calle, el desconocido le dirige la palabra y la sorpresa es mayor. El hombre habla en un tono zumbón y sarcástico. Parece habitado por una fuerza interior irresistible. Cuando se presenta, el locutor vacila: ¿Quién es de verdad ese hombre? ¿Es quien dice ser? En ese caso, ¿Por qué está en la Argentina? ¿Que vino a hacer? ¿Por qué nadie difundió la noticia? ¿Quiénes están al tanto del secreto?
En el curso de un solo día- un día especial e inolvidable, un día en la vida- los dos hombres tienen un tiempo de hablar mucho, de compartir pasiones y dudas. Juntos recorren Buenos Aires, visitan Ramos Mejía, la cancha de River, asisten al estudio donde Spinetta, Pomo y Machi están grabando un disco de Invisible.
Durante veinticuatro horas intensas el desconocido y su reciente amigo recuperan imágenes del pasado. Surgen así las aventuras de la adolescencia, los sueños y las esperanzas de una generación, las opiniones personales. A la vez, arraigada y próxima, la voz que narra recupera otra pasión: la historia de un fervor y una admiración que nacieron y crecieron en nuestro país, con palabras y gestos de una indefinible sabor porteño.
El día que John Lennon vino a la Argentina tiene el poder inexorable de un sueño realizado.