D.I.O.S.

Un ángel que fuma Ducados y limpia las telarañas del techo. Un detective que se alimenta de ensaladilla rusa y usa como arma una esmizangüeson. Un escritor acosado por su fan número uno. Una cicatriz que reprime los impulsos sexuales. Una agencia que controla la Tierra desde la sombra. Un amor platónico en la ciudad de Praga. Una relación que se cae literalmente a pedazos. El exorcismo de la muerte de un padre. El mejor compositor desconocido del mundo. Nueve relatos que dan forma y contenido a D.I.O.S.

"Mi padre murió con setenta y pico años, aunque en el carné de identidad sólo se reflejaran cincuenta y uno. En una ocasión mi madre lo describió como una inmensa estantería en la que se iban apilando centenares de volúmenes y también predijo, en un alarde de lógica que mis hermanos y yo no supimos ver, que los estantes se derrumbarían por sobrepeso. A nuestro padre se le derrumbaron los riñones, el hígado, los pulmones y el corazón y él se empeñó hasta el último de sus alientos en negar la evidencia: sus estantes se habían podrido por el efecto del alcohol."

“A medianoche entró el tipo oriental acompañado de cuatro doctores. Trasteó en el monitor y sonrió a sus colegas. Algo, lo que fuera que esperaban obtener, iba viento en popa. La señorita Rotenmeyer me administró más anestesiante y me despedí a la francesa.”

“De las primeras noches recuerdo el frío, un frío sucio que entraba por debajo del pijama y se alojaba en mi estómago, como un bicho inmundo que me estuviese royendo por dentro, primero los huesos, luego la piel, hasta dejarme hueco y sin aliento, sin ganas de vivir, sin infancia.”

"El martes siguiente quedé con Azu. Escogimos el cine en lugar de la lujuria. Pero no sirvió de nada. De la película no recuerdo ni el título. De los labios de Azu podría dibujar cada grieta. De sus pechos cada poro. De la caverna de su ombligo cada estalactita."