Crítica de FAUSTO › La tienda de antigüedades
DEMASIADA SENSIBLERÍA
Ha sido una buena lectura aunque nunca me ha llegado a entusiasmar, con algunos altibajos. En mi opinión, los personajes están bastante definidos desde el principio, enseguida se nota (por la descripción o por sus palabras) quien será malvado o bondadoso; y la parte que se desarrolla en la ciudad me ha parecido más interesante que las desventuras de Nelly con su abuelo por la campiña y las diversas aldeas.
El inicio de la historia es lo que mejor valoro, donde se mencionan casi todos los protagonistas y una parte de las intrigas que se van desarrollar. Tiene bastante empuje para enganchar enseguida al lector. Me pareció original la peculiar forma de introducirnos en la trama: la aparición fugaz de un personaje anónimo que encuentra en la calle a una niña.
A partir de aquí, el autor nos describe, magistralmente, una serie de figuras bastante diferentes y contrapuestas. Una de las principales es el excéntrico Quilp, con maneras simiescas y un físico detestable, sucio y repugnante, igual que su interior: cruel, machista, mezquino, avaro, egoísta, liante y violento. Uno de los sujetos literarios más odiosos que he leído.
La parte más amable del libro la componen los niños: Nelly y Kit. A su alrededor hay una variopinta fauna de protagonistas, que van desde lo grotesco y malvado hasta lo bondadoso y lacrimógeno. Tiene un marcado maniqueísmo que es un lastre para el interés de la narración.
Y como en otras narraciones dickensianas, hay un misterio, un hecho del pasado, que tendrá una importancia vital para el destino de todos.
Una buena novela, entretenida, con intriga, pero, a mi juicio, con demasiados arquetipos y sentimentalismo. Y uno de los aciertos de la narración es el humor que contiene, en ocasiones burlón y en otras con ironía. Es gratificante entre tanta desgracia.
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