De pronto, vio la sangre. La vio manar y deslizarse sobre el suelo de cemento. Matthew continuaba debajo, y Peter se movía inquieto encima. Entonces, Peter se puso de pie y Matthew se quedó inmóvil.
Después de todo, hacía tiempo ya que venía siguiéndola, como una sombra que se pierde en medio de otras sombras.
Él tuvo ganas de abrazarla y besarla en ese mismo instante y no frenó sus impulsos.