Citas del libro Hija de Humo y Hueso
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Se elevó por el aire hasta colocarse frente a él, y el ángel la observó. Simplemente la observó. Su mirada transmitía calor a sus mejillas, a sus labios. Era como una caricia. Tenía unos ojos hipnóticos y unas cejas negrsa y aterciopeladas. Era cobre y sombra, miel y amenaza, pómulos afilados como cuchillos y en la frente un mechón del pelo afilado como una daga. Todo eso y el crepitar mudo de un fuego invisible. Delante de él, Karou sintió el murmullo de la sangre y de la magia, y algo más.
Laini Taylor
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Érase una vez, antes de que existieran las quimeras y los serafines, el sol y las lunas. El sol estaba prometido en matrimonio con Nitid, la hermana brillante, pero era la recatada Ellai, siempre escondida tras su descarada hermana, a la que él deseaba. El sol se las ingenió para abalanzarse sobre ella mientras se bañaba en el mar, y la tomó. Ella luchó, pero él era el sol, y pensaba que tenía derecho a conseguir lo que quisiera. Ellai lo apuñaló y escapó, y la sangre del sol se derramó como chispas sobre la tierra, donde se convirtió en los serafines –hijos ilegítimos del fuego-. Y al igual que su padre, creyeron que tenían derecho a desear, tomar, y poseer. En cuanto a Ellai, le contó a su hermana lo que había sucedido, y Nitid lloró, y sus lágrimas cayeron a la tierra y se convirtieron en las quimeras, hijos de la tristeza.
Laini Taylor
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Durante un tiempo había sido una niña inocente que jugaba con plumas en el suelo de la guarida de un diablo. Sin embargo, aquella inocencia había desaparecido, y no sabía cómo enfrentarse a ello. Su vida se componía de magia, vergüenza, secretos y un vacío profundo y persistente en el centro de su ser, donde sin duda faltaba algo. Karou se sentía acosada por la idea de estar incompleta. Desconocía el significado de aquel sentimiento, pero la acompañaba desde siempre una sensación parecida a la de haber olvidado algo. En cierta ocasión, cuando era pequeña, había tratado de describírsela a Issa:
Laini Taylor
-Es como si estuvieras en la cocina y supieras que has entrado por alguna razón, pero la has olvidado, sin importar lo que fuera.
-¿Y es así como te sientes? –preguntó Issa con el ceño fruncido.
-Todo el tiempo.
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-¿Y los tuyos? ¿Se amaban tus padres?
Laini Taylor
Se escuchó a sí misma preguntando aquello, y se sintió abrumada por el surrealismo de la situación. Acababa de preguntar a un serafín si sus padres se amaban.
-No -respondió él sin añadir explicación alguna-. Pero espero que los padres de mis hijos sí lo hagan.
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Apareció furibunda, dispuesta a echarle una reprimenda, pero cuando lo vio, sólo pudo balbucear. [...] Miró de reojo a Karou y dijo con absoluto asombro:
Laini Taylor
-Madre mía. Debes. Aparearte. Inmediatamente.
La reacción de Zuzana fue tan inesperada y Karou estaba tan nerviosa que no pudo evitar reírse. Se arrellanó en la silla y dejó que fluyera: una risa dulce y chispeante que provocó otro cambio en el semblante de Akiva, en la medida en que la examinaba de un modo esperanzado y penetrante que provocó un cosquilleo en Karou; se sentía tan... desnuda.
-No, de verdad.- continuó Zuzana.- Ahora mismo. Es como un imperativo biológico, ¿vale?, para conseguir el mejor material genético. Y éste,- señaló a Akiva como si fuera una azafata de ventas.- es el mejor material genético que jamás he visto.