Crítica de Plapello › La casa de bernarda alba
El odio tiene vida propia e inteligencia. Es una fuerza independiente que crece, se moldea y se comprime entre las paredes de una casa hasta alcanzar una presión que le vuelve inestable, peligroso y explosivo. El odio no entiende de parentescos ni sentimientos, simplemente aparece. No entiende de lealtades ni correcciones, simplemente destruye. Lorca nos describe ese odio visceral, ese odio cocinado al calor de la España que todavía vive de tradiciones antiquísimas y de miedos viscerales. Pero Lorca, ese sufridor demasiado inocente como para vivir en la España de su época, lo hace bello, con una belleza dolorosa, incómoda y eterna.
Crítica sin comentarios