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> > > Yo solamente conocía el humo de...

  • Yo solamente conocía el humo de los cafés, las noches en que la cabeza nos da vueltas y es necesario mirar un determinado punto de la pared, fijamente, para no seguir girando; las noches, en la cama, borracho, con la creencia de que no existe nada mas que aquello, y la extraña sensación que produce el despertarse y no saber quien esta a nuestro lado; y, en la oscuridad, el mundo excitante, y uno lo hace con la convicción de que no existe nada mas, nada mas, y que todo nos es igual. Inesperadamente, algún momento de interés, después el sueño y el despertar por la mañana con la sensación de que todo ha terminado; y todo es tan decisivo, tan duro, tan claro; y de vez en cuando alguna disputa por el precio. Otras veces el placer, la necesidad del amor, del calor; desayuno y comida. Algunas veces la ilusión desaparece, incluso falta la alegría suficiente para salir a la calle. Pero siempre, en perspectiva, un nuevo día y con el otra noche, y la noche siempre es mejor, solo igual que ahora, como yo me lo explico. Pero quien haya experimentado esta sensación lo comprenderá.
    Ernest Hemingway, Adiós a las armas

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