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> > > Empezaron a leer sentencias. Uno...

  • Empezaron a leer sentencias. Uno por uno, los penitenciados eran llevados ante el tribunal y allí, tras la minuciosa relación de crímenes y pecados, les comunicaban su suerte. Los que habían de ser azotados o iban a galeras salían con sogas, y los destinados a la hoguera con las manos atadas. A estos últimos llamábanlos relajados, pues como la Inquisición era de naturaleza eclesiástica, no podía verter ni una gota de sangre; de modo que para guardar las formas se los relajaba o entregaba a la justicia seglar, para que ella cumpliese en sus carnes las sentencias. Y aun así se ejecutaba mediante hoguera, para mantener hasta el fin la ausencia de efusión de sangre. Dejo a vuestras mercedes el cuidado de valorar la muy jodida sutileza del asunto.
    Arturo Pérez-Reverte, Limpieza de sangre (Alatriste II)

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