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> > > -Qué chusma tan patética -dijo...

  • -Qué chusma tan patética -dijo con desprecio-. ¿Cuánto falta para que podamos quitárnoslos de encima?
    A Sonea se le revolvió el estómago y su mano apretó la piedra con más fuerza. La sacó del bolsillo y la sopesó. Era bastante pesada. Encarándose hacia los magos, hizo acopio de la rabia por haber sido expulsada de su hogar y de su odio innato hacia los magos y arrojó la piedra al que había hablado. Siguió la trayectoria del proyectil por el aire y, cuando se acercaba a la barrera mágica, lo animó a superarla y alcanzar su objetivo.
    Se vieron unas ondas de brillante luz azul y a continuación la piedra se estrelló contra la sien del mago con un ruido sordo. El hombre se quedó inmóvil, con la mirada perdida, luego se le doblaron las rodillas y su compañero se acercó a sostenerlo.
    [...] Sonea se miró las manos. «Ha funcionado. He roto la barrera. Pero eso es imposible, a no ser...»
    «A no ser que haya hecho magia.»
    Trudi Canavan, El gremio de los magos (Crónicas del mago negro)

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