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  • —¡Bah! —replicó el general, algo molesto—, la pérdida de ese sabio no impidió a Roma conquistar el mundo. Al igual que las extravagancias de vuestro Aristarco. ¿Qué valor tienen sus brillantes razonamientos capaces, según él, de medir las distancias de la Luna y el Sol? ¿Quién os asegura que la geometría de Euclides, la que sirve para los triángulos trazados por la mano del hombre sobre el papiro o la arena, sigue valiendo para los triángulos trazados por Dios en el gran espacio lejano, esos triángulos gigantescos que los astrónomos se esfuerzan en vano en construir en el pensamiento?
    Jean-pierre Luminet, El incendio de Alejandría

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